Parecen lo mismo, pero se diferencian en su propósito y acción. Ambos son cruciales en el éxito de un proyecto, de una empresa, o de una actividad con fines comunes, más no son excluyentes. Ambos conceptos involucran grupos de personas que comparten intereses y logros, grupo de empleados con una meta laboral concreta, que se desea lograr de manera conjunta.
En el trabajo en equipo se
designan tareas y actividades que cada miembro debe cumplir de acuerdo con sus
habilidades y experticia personal, dirigidas y supervisadas por un coordinador
o líder. Los miembros del equipo se apoyan mutuamente y al momento de la toma
de decisiones comparten criterios y opiniones con el líder, quien finalmente
determina el veredicto final. El compromiso del equipo de trabajo se establece de
acuerdo con las funciones que desempeñan en la organización o en los criterios
establecidos previamente por el líder del grupo.
Por su parte el trabajo
colaborativo involucra la creatividad e invención como parte de la acción de
sus integrantes, quienes interaccionan como pares y ejercen un liderazgo
compartido y transformacional. Los miembros se reconocen mutuamente, a través
de la experiencia y habilidades propias, otorgándose valor y reconocimiento entre
sí al momento de distribuir las tareas. El
quehacer colaborativo se reproduce en el diálogo y comunicación entre los
participantes, lo que refuerza la consecución de las metas.
En síntesis, los equipos de
trabajo logran un alto desempeño cuando los grupos destinados a las tareas son
interdisciplinarios y el líder logra un consenso en las distribución de las
responsabilidades, Por su parte, la clave de la colaboración es dejar a un lado
el individualismo y trabajar colectivamente reconociendo que el logros de los objetivos
le pertenecen a “todos” por igual.
Por ello el comportamiento
que generan estos dos grupos de trabajo, es similar al comportamiento de “las hormigas”.
Imagen cortesía de @extendamonos
Teresita Pérez
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